Mónica y Diego, una boda en Hacienda Nadales
Mónica y Diego, una boda en Hacienda Nadales

Suele decirse que las mejores historias de amor muchas veces encuentran en el camino algún que otro obstáculo que hace que cuando alcanzan su gran día, solo se traduce en mayor felicidad. Mónica y Diego bien representan esta pareja luchadora en las que nada se les ha puesto por delante para llegar a darse el sí quiero.

Originales de Cuenca y Ciudad Real, estos dos trotamundos se conocieron en Valencia gracias a una amiga en común y desde aquel momento solo bromeaban diciendo cómo podía ser que no les hubiera presentado antes. Sus vidas cambiaron, pues Mónica, por aquel verano de 2016 iba a enfrentarse a su segunda operación de tobillo de una lesión bastante complicada y Diego, fisioterapeuta, estaba decidido en conseguir que Mónica volviera a caminar. Mónica suele bromear diciendo que nunca esperas conocer al hombre de tu vida en una silla de ruedas y viviendo en ciudades distintas, pero así fue. Dieron pasos firmes y certeros en los que poco a poco ella iba ganando seguridad en su andadura, creciendo en confianza, no solo con la recuperación de su tobillo. Su peculiar rehabilitación fue dando frutos desde Valencia, Madrid, Málaga, Toledo, Capri, o Londres donde ambos aunaron su pasión por viajar y sus ansias por descubrir mundo.

La vida les puso a los dos grandes retos profesionales, él con un Doctorado en Microbiota como profesor de la Universidad Europea de Madrid y Mónica como Directora de RRHH de la distribuidora líder en España en cosmética de lujo y perfumería selectiva, Farlabo. Ella apostó por su relación y por este proyecto tan bonito mudándose a Madrid con Diego.

Mientras tanto, Diego soñaba la forma de declararse a la mujer de su vida y fue entonces cuando recordó su Roma, ‘città eterna’. Siempre se había prometido a sí mismo que únicamente viajaría con la mujer de su vida y así, tras algunas pistas al más puro estilo Dan Brown y fruto de la impaciencia más naif, el mirador del Gianicolo fue el lugar elegido para proponerle pasar el resto de sus vidas juntos. Diego sorprendió a Mónica con un anillo de diamantes de estilo vintage de la casa Suarez.

Pilares tan fuertes de una relación como los del Panteón de Agripa fueron vistos por Sira Antequera, quien al escuchar la historia sólo se pudo unir y seguir soñando. Esta hada madrina, auténtica creadora de sueños, no sólo estuvo de la mano de esta pareja, si no que hizo crecer y brillar a una futura novia en un proceso difícil, complicado y aplazado por la pandemia mundial.

La pareja no dejaba de soñar, tras la elección del lugar de la Boda, Málaga. Pusieron objetivos que llenarían de gasolina su alma para esperar un año más, y decidieron finalmente celebrar ese mismo día 25 de Julio 2020, la pedida para ponerle un sello emocional y que formara parte de los recuerdos de una vida; ‘no hay nada más maravilloso que mirar atrás y poder visualizar los recuerdos que hemos construido’ como ellos mismos dicen.

Sira, haciendo honor a su magia, encontró una villa en el Rincón de la Victoria verdaderamente especial para tal celebración y decidió unirse en la construcción de sus tan ansiados recuerdos, planteando un diseño fabuloso del evento ambientado en Capri (detalles Sira) una mesa decorada con limones ya estaba en sus retinas. Decidieron escribir sus votos, para prometerse su amor ante sus familiares más cercanos y cerrar la velada con regalos especiales de ambas partes de las familias, un anillo de Suarez de Aguamarina con diamantes, y una joya antigua familiar de la tatarabuela de Diego con mucho valor emocional, para Diego; reloj de la marca Omega.

Málaga fue el destino elegido, puesto que las destination weddings son las que más les gustaba, una ciudad alegre con mucha alma y llena también de encuentros familiares en Semana Santa y veranos azules en Nerja, Frigiliana y Marbella. Además, la pareja encontró en esta tierra andaluza, un palacete clásico que bien le trasladaba a su estética italiana del Lago di Como. Todo ello, unido al descubrimiento de la Iglesia de la Victoria, donde sus querubines, el retablo de los reyes católicos presidiendo y por supuesto, la patrona de Málaga, no hicieron más que encajar las piezas del puzle y simbolizar fragmentos de historia de emoción y alegría.

Mónica conoció a muchos diseñadores y con todos ellos esperaba que surgiera esa chispa de la conexión real cuando dos personas se entienden; quizás como enamorada de los Recursos Humanos buscaba ese equilibrio perfecto entre excelentes competencias técnicas y también conexión emocional con el que iba a crear su vestido para su gran día. Esta electricidad surgió con Claro Couture, Fernando y Bea entendieron a la perfección su estilo clásico renovado, femenino y sofisticado. Su inspiración en el icónico vestido blanco de Grace Kelly fue la base sobre la que crearon un cuerpo en muselina delicado y favorecedor que acababa con unas mangas llenas de frescura y ligereza del mismo material. La falda en un espectacular gazar de seda con más de 4 metros de cola finalizaba con un volante que proporcionaba todo el movimiento y ligereza que Mónica buscaba, sin perder presencia y fuerza para una iglesia imponente como la de la Victoria de Málaga.

Su amor es de esos que no deja indiferente, de los que generan una energía difícil de explicar, con brillo en sus ojos, ilusión y arrojo a partes iguales; de los que han luchado frente a la distancia, a la pandemia, a todas las restricciones del mundo dos veces consecutivas y aun así sonríen de felicidad cada vez que se miran sacando siempre la parte positiva. De los que cuando se dan la mano, notas su corriente de conexión solo con tenerles cerca. De los que enamoran alrededor por ser el suyo un amor puro y sencillo, apasionado y feliz. De los que arrastran a 220 personas a casarse en Málaga para celebrar la vida y su felicidad, en la ciudad que ha visto crecer su amor, donde sus dos familias han construido siempre recuerdos bonitos, de los que juntos suman tanto que los que estamos a su alrededor solo podemos querer unirnos a tanta felicidad para apoyarles en su gran ilusión.

Mónica y Diego, una boda en Hacienda Nadales
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